El profesor de matemáticas preocupado por la llegada del período de vacaciones, ingenió un plan algo macabro para mantener su bolsillo lleno. Casi todo el curso tenía aprobada su materia, por eso decidió escoger a un desafortunado grupo de alumnos con las calificaciones más bajas quienes serían los “sacrificados” para abrir el curso de reparación en vacaciones y así cubrir sus necesidades económicas unos meses más.
Al asignarle un solo curso en el año escolar, el profesor decidió aplicar este plan para seguir teniendo la “clientela” fresca, así que tenía que “raspar” a varios estudiantes para mantener su cuota de ingreso mensual. Eran tres estudiantes que a pesar de no estar aprobados solo les faltaban décimas para la nota probatoria de la materia. Ese salón en particular, el 8vo B, era el más tranquilo del colegio. Nadie se portaba mal, todos eran atentos a las clases, guardaban silencio cuando los maestros se lo pedían, en fin, eran buenos en conducta.
El plan fue un poco difícil de llevar, puesto que estos tres alumnos aun le faltaba la nota para aprobar y quedaba una evaluación final que de seguro alcanzaban la puntuación necesaria con poco estudio. El profesor, sabiendo esto se dedicó noches enteras a diseñar un examen con un alto grado de dificultad. Para que los alumnos que estaban en la mira no pudieran aprobarlo. En vista de que sus intenciones podrían fallar, se ingenio un plan “b” por si acaso y consistía en que de aprobar el examen final tendría que recurrir a reprobar a tales alumnos alegando que durante todo el curso fueron los mas flojos del salón, y así en consejo de curso los reprobarían.
En una de las tantas noches que se dedicaba a ingeniar el examen con alta dificultad, decidió que mejor era salir a despejar la mente y así se le ocurriría un ejercicio algebraico jamás imaginado. Tardó días en dar con tal problema matemático, hasta que un fin de semana estando el profesor con sus compadres en la finca del campo, después de tomarse cuatro botellas de tequila dio con un ejercicio jamás imaginado. Busco una servilleta donde escribirlo y lo guardo para pasarlo en limpio al llegar a casa.
Ya impreso el examen final de curso, dentro de su mente retorcida se burlaba al ver a los alumnos tratando de resolver el ingeniado ejercicio. El examen solo tenía un camino para resolverse que muy poco se había estudiado en clases, era probable que todo el salón reprobara así no existirían pruebas del delito y con más soltura llevar a los alumnos al curso de reparación.
Llegado el día del examen la mayoría de los alumnos preguntaban al profesor sobre como resolver tal ejercicio, éste solo respondía: si han prestado atención en todo el año sabrán cómo hacerlo, no mas preguntas por favor si no, bajo cinco puntos.
Al sentarse al corregir los exámenes, buscó con ansias los de los tres alumnos en “salsa”, para sorpresa se encuentra de que estos lo habían resuelto perfectamente y el resto no. Trató de conseguir una respuesta a tal desengaño y no la halló. Así que optó por aplicar el plan “b” aunque este no daba por cumplido su objetivo debido a que la decisión de aprobar a estos alumnos estaba en manos de varios profesores en consejo de curso.
Se preguntarán cómo hicieron los tres estudiantes para resolver tan difícil examen. En realidad no fue que se quemaron las pestañas día y noche estudiando, ni tampoco recibiendo clases particulares de matemáticas. Aconteció que la información de “raspar” a los alumnos se coló entre ellos sabiendo que el profesor no tenía mas curso y necesitaba dinero dando clases apartes. Pues se rumoraba que a varios alumnos los iban a llevar injustamente a esos cursos por reprobar la materia. Así que los que sabían que posiblemente estarían en la mira del profesor, se organizaron para tratar de conseguir el examen final para saber a que atenerse.
Fue todo un trabajo en equipo, pues donde se fotocopian los exámenes trabaja un viejo que es amigo de todos los estudiantes del centro, no hubo mucho que pensar para saber como manipular al viejo, entre todos, le regalamos una cesta de víveres con licor incluido y dos paquetes de cigarrillos, acordando previamente cuál sería su función. Así, una vez fotocopiado el examen, el viejo sacó unas de mas y por la tarde cuando no había nadie en el instituto entregó a los alumnos copia del examen. Pero el problema no estaba resuelto del todo, el ejercicio era indescifrable así que los alumnos tuvieron que emplear otra maniobra para resolver tal ejercicio creado solo en la mente del profesor. Otra inversión de dinero tuvieron que hacer para pedir asesoría a un profesor de otro instituto para que le resolviera el examen, pero valió la pena tanto esfuerzo.
Getafe, marzo 2009.
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